El hombre sin brazo se despertó. Estaba somnoliento y le dolía la cabeza. Había dormido fatal.
Se incorporó despacio apoyándose torpemente con una mano y se sentó en el borde de la cama, sin recordar dónde narices lo había puesto. Levantó la alfombra con el pie ¡y ahí estaba!, el puñetero brazo que había perdido antes…