Nací en 1960, en el hogar de mis padres y mis abuelos maternos, en la calle de las Pozas, nº 6, esquina a la calle del Pez y de San Bernardo. Entonces, todavía nacíamos en casa, y la mía formaba parte de un edificio con corrala, en el castizo barrio de Noviciado. Soy parte de ese Baby Boom de los cambios sociales de la década en la que el hombre pisaba la luna.
Si tuviera que decir algo que me definiera, me situaría a medio camino entre el ser y la nada, siguiendo a mi buen amigo Saúl Bellow; entre lo que soy y lo que podría ser. Algo que busco en la escritura desde el año 2007. Mi vocación como escritora ha sido una vocación tardía, y una suerte encontrarla. Llegué a ella por casualidad. Así, sencillamente, como quien descubre algo que le pertenecía desde siempre.
Me licencié en Sociología y Ciencias Políticas, en la UNED; mucho antes, en la Escuela de Ingenieros Superiores de Minas de Oviedo, me gradué en Gemología; en la Escuela de Negocios hice un Máster de Gestión de Calidad. También me matriculé en Historia y Psicología, pues la búsqueda nunca ha cesado. Académicamente soy variopinta, como en casi todo. Cuando descubrí la escritura aprendí todo lo que pude en varios talleres de escritura creativa, en Madrid. Después, me matriculé en la Universidad Complutense de Madrid, en el Máster de Estudios Literarios. Todavía no he terminado de aprender.
He sido siempre una gran lectora, desde los doce años. Se dice que en un buen lector siempre se esconde un escritor. Me inicié en la lectura a través de la filosofía, y de las obras de los existencialistas franceses, de Camús, Nietzsche, Rilke, el Psicoanálisis…; en fin, en la línea de aquellos años 70/80. Ese pensamiento se ha ido transformando en otros pensamientos afines y divergentes, y el amor a las ideas continúa desde entonces.