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¿Es que nos hemos vuelto locos con Operación Triunfo?

Creo que estamos perdiendo todo espíritu crítico, o las voces que intentan hablar de
ello son marginales, pero la verdad es que estamos presenciando, de nuevo, otra
vergüenza estatal. Y digo estatal porque OT debería emitirse en una televisión
privada, que son las televisiones libres de fabricar cualquier basura televisiva
que una TV estatal no debe ni puede permitirse. Simplemente por respeto a quien
va dirigida, que somos todos nosotros, que además la financiamos para que nos
fabrique entretenimiento. Pero queremos un entretenimiento de calidad. 
Tenemos el deber de ser exigentes a la hora de pedir cuentas a las televisiones públicas
para que se atengan a unos valores mínimos hacia sus ciudadanos. Creo,
sinceramente, que OT ha perdido el rumbo, si alguna vez lo ha tenido, y somete
a unos jóvenes deseosos de triunfar, como cualquier joven, a una presión
mediática y obscena. Encerrados durante meses, incomunicados, con una presión
bárbara de ser eliminados cada semana sin no cumplen con las expectativas o requisitos
a veces caprichosos de un jurado y un público que se guía por simpatías y odios
particulares. Hasta tal punto llega la presión, que ya no son solo los participantes
de ese encierro voluntario los que se vienen abajo, también los profesores y la
propia directora de la “academia”, son vencidos por la presión y el
desconcierto. Ayer vi llorar a la directora de OT como María Magdalena por haber
insultado a un concursante de forma grosera. Estalló la pobre mujer en un mar
de angustia y de lágrimas a través de lo que llaman chat, que no es otra cosa
que una ventana abierta a las miserias humanas, y que tanta audiencia proporciona
a la TV pública. Qué vergüenza que se tengan que batir récords de esa forma. Sin
ir más lejos, en plena gala, a un concursante le dio un ataque de ansiedad. No
es de extrañar que hasta los propios profesores confiesen que insultan a los
participantes, símil de arrogarlos a los leones, como en la antigua Roma, para
ser después perdonados por los propios gladiadores que se baten el cobre cada
semana en la arena del escenario. Sin contar que son filmados durante todo el día,
hasta los pedos que se tiran y los pies que se huelen. Gracias que los concursantes
son chicos educados y formados y da gusto ver cómo, día tras día, con estilo y
educación, salvan las vergüenzas de un programa que se lucra con sus
intimidades.
En fin, OT es un gran negocio presionando muchachos. Algunos apenas tienen dieciocho años. Los
venden la quimera del éxito y la fama derrochado unos recursos públicos que
para nada ayuda a los buenos músicos, intérpretes y compositores que luchan sin
descanso para poder editar un disco o tener un minuto en una televisión
pública.
Ahí dejo esto, para los señores mandamases de la RTVE, que tienen el deber de ofrecer un
servicio público. Que reflexionen si OT va a alguna parte que no sea ganar
dinero en detrimento de la calidad. Yo me quedo con la televisión británica que
cuida a sus ciudadanos y no los insulta.
 
Madrid, a 10 de enero de 2018

Mercedes
de Vega