¡Ah…, ya falta menos! -pensó el principe Felipe- Ya son las once y media!  A las doce ya seré otra vez ratón.
Le
dio un beso en la frente a Cenicienta, que había dejado el libro sobre la
mesilla dispuesta a apagar la luz, y se dieron la vuelta deseándose mutuos
felices sueños. 
Las frías sábanas de raso le devolvieron al Príncipe la alegría
al olisquear, con sus largos bigotes, por una noche más, los sabrosos agujeros
de su enorme queso.

2 Comments

  • turu Posted 18 junio 2012 7:06 am

    ¡Qué difícil me resulta siempre subir comentarios en el blogspot este! Lo de la identificación es un verdadero galimatías.
    Intento reproducir el que se me ha borrado.
    Decía que…
    ¿Es por esto que cuando una dama es bella se dice que está como un queso? Un yogurín y un quesito, en este sentido ¿son de la misma familia?

    Trascendentales cuestiones. Como ésta: ¿de qué opinas que hay más: príncipes con corazón de ratón o ratones con ínfulas de príncipe?
    Un relato que hace reflexionar, amiga mía, siempre es un buen relato. Un saludo. josep turu

  • Mercedes de Vega Posted 18 junio 2012 8:54 am

    Siempre me han gustado más lo ratones que los príncipes, sobretodo cuando éstos se comportan como ratones. Prefiero los ratones ratones, que los príncipes ratones; y como los ratones príncipes gobiernan en el país de los ratones, no puedo tener quejas de ellos, que seguro son más simpáticos que los príncipes ratones que nos gobiernan a nosotros.
    Un saludo, Josep Turu.

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