Deseos de ratón

¡Ah…, ya falta menos! -pensó el principe Felipe- Ya son las once y media!  A las doce ya seré otra vez ratón.
 
Le dio un beso en la frente a Cenicienta, que había dejado el libro sobre la
mesilla dispuesta a apagar la luz, y se dieron la vuelta deseándose mutuos felices sueños. 
 
Las frías sábanas de raso le devolvieron al Príncipe la alegría al olisquear, con sus largos bigotes, por una noche más, los sabrosos agujeros de su enorme queso.