Chardin y el arte de lo cotidiano


Delante de este cuadro, el sábado pasado en el Museo del Prado, me emocionaba el estilo de un pintor realmente conmovedor. Me pregunté, observando pacientemente esa pompa de jabón, cómo podría yo recoger esa escena en un cuento que narrara el espíritu de esa obra. Tarea difícil, por no decir imposible, pensé.
Según avanzaba por la exposición me hacia muchas preguntas, entre ellas ¿cómo era posible que con representaciones tan estáticas consiguiera Chardin trasmitir tantas sensaciones?
Bodegones con trozos de salmón y caballas colgando, entre los objetos más habituales de una cocina parisina del siglo XVIII –posiblemente la suya–, formaban la más profunda manifestación de un arte tranquilo y doméstico, donde lo sencillo y lo cotidiano nos hace reflexionar sobre al arte más complejo y surrealista que se ha ido haciendo en el transcurso de los dos últimos siglos, en el que las manifestaciones artísticas de lo cotidiano se han ido elevando a la máxima categoría de arte. Y no hace falta más que acercarnos a los cientos de exposiciones que se inauguran todos los días para muestra de los artistas que trabajan con los objetos más elementales de siglo XXI como representación de la abstracción artística. ¿Qué es el pop art sino la utilización de lo cotidiano convertida en objeto artístico? Y si no que se lo digan a Warhol y sus objetos impersonales, como las latas de sopa.

Y hasta el 29 de mayo podernos disfrutar en el Museo del Prado de la pintura ilustrada de Chardin (1699-1779) y sus naturalezas muertas del siglo XVIII menos muertas que nunca, y de sus figuras tranquilas y serenas que nos llevan de la mano a una sensación placentera cada vez más difícil de hallar en el arte. Y es que este pintor es capaz de conmover con las sutilezas más sencillas.