Clavado con cuatro chinchetas sobre el goteé de la pared, mi madre había colocado en su dormitorio una enorme fotografía a todo color de Marilyn Monroe. No había una virgen o un crucifijo en la cabecera de esa cama para guardar los sueños y las pesadillas de un matrimonio, como era costumbre en los años…
Ella: tierna, dura, amante, amiga, enemiga. Luchadora de guerras perdidas, querría ahora, en tiempos de descuentos, haber sido mejor hija, haberte dado lo que no pude, haberte querido lo que no te quise, haberte ofrecido lo que guardé con tanto dolor. Nunca te entendí. Ni comprendí como debería haberte comprendido. Quizá los hijos no estamos…